Un año es como un arroyo que fluye, llevando en sus aguas los esfuerzos, los sueños y las huellas de quienes labran el tiempo con dedicación. Ahora, cuando el ciclo concluye, es momento de alzar la mirada y contemplar lo andado: un caudal sembrado de acciones que, como semillas, han dado frutos para todos después de atravesar meandros. 

En este ciclo que se cierra, cada jornada ha sido un ladrillo en la construcción de un puente hacia el mañana, una senda que otros transitarán con paso más seguro gracias al faro encendido por el trabajo en equipo. Porque el trabajo que guía, que acompaña, que nutre, no es solo labor: es legado. Es la llama que ilumina las noches de incertidumbre en quienes buscan, es el eco que resuena en las almas que necesitan dirección. 

Hemos querido ser, en este trayecto, arquitectos de esperanzas, cartógrafos de posibilidades. Cada esfuerzo desplegado, cada desafío enfrentado, ha sido como la mano firme que sujeta al aprendiz al cruzar un abismo, como el viento que impulsa al navegante hacia aguas serenas. Nuestro trabajo ha sido útil, pero también ha sido bello: un canto silencioso a los objetivos compartidos, a la red invisible de apoyo que sostiene el mundo. 

Llega la hora de detenernos. No para descansar, sino para reconocer. Reconocer que, en cada tarea realizada con esmero, en cada palabra que alentó, en cada solución aportada, hemos tocado vidas. Hemos dejado una estela que no se desvanece, porque la utilidad de lo que hacemos no se mide solo en resultados inmediatos, sino en la resonancia que tiene en los corazones. 

Este fin de ciclo es un punto y seguido, un instante para agradecer la fuerza que nos permitió avanzar y la visión que nos guio. Es el momento de mirarnos al espejo del año y sentir orgullo por lo construido, no desde la vanidad, sino desde la gratitud por ser parte de algo más grande que nosotros mismos. 

Que la ilusión con la que hemos trabajado sea el faro para el próximo ciclo. Que sigamos caminando con la certeza de que el trabajo bien hecho no solo transforma, sino que inspira. Y que nunca olvidemos que, en cada acción, tenemos el poder de ser útiles, de ser luz, de ser guía en el vasto mapa de la vida. 

Hoy brindamos por lo que hicimos, por lo que somos, y por lo que seremos. Por el camino andado y por los que vendrán tras nosotros. Porque, al final, el verdadero éxito no se mide en aplausos, sino en las almas que ayudamos a brillar. 

Feliz, próspero y saludable 2025 

Raquel González, José María Jerez

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