Muchas frases hechas no pasan de ser una moda: «El ayer no existe, el futuro es incierto: lo que importa es el hoy«. Nos estamos acostumbrando demasiado a frases similares que son peligrosas cuando se utilizan de manera esquemática y simplificadora. Tienen su razón de ser en un contexto, pero pueden despistarnos de lo esencial. Aprendamos de nuestros errores, ¿por qué no aprender de los aciertos?
Una cosa es adoptar ante la vida una actitud positiva, optimista, de autoafirmación, y otra, bien diferente, caer en el simplismo. Porque lo que somos hoy, en gran medida, se lo debemos al ayer o está determinado por el ayer. Para bien y para mal. Ojo con la modernidad líquida, que diría el otro. ¡Una trampa moderna: la dictadura del presente! Pasar por encima de la cultura, las ideas: el filtro del tiempo. «Nosce te ipsum« que decían los antiguos. Valiosa sabiduría del ayer. Se vive en el hoy, pero sin despreciar el ayer y con el ojo puesto en crear un futuro mejor. Huyendo del relativismo: una afirmación puede ser cierta en su contexto.
Una frase reiterada en el ámbito del emprendimiento es la siguiente: «hay que aprender de los errores». Y yo digo: ¿y por qué no de los aciertos? También de los aciertos, propios y extraños, se puede aprender. Y mucho. ¡Qué triste aprender sólo de los errores! Y sólo de los propios, cuando hay tanta experiencia acumulada, aunque la referencia mejor es la más cercana, es decir, nosotros mismos.
En el tablero de ajedrez hay muchas piezas y cada una de ellas cumple con su función. No hay que desdeñar ninguna. Como diría el maestro del estilo Gustave Flaubert, las perlas forman el collar, pero es el hilo el que hace el collar.
Es un tópico lo del aprendizaje basado en nuestros errores. Es cierto, y yo lo utilizo y lo aconsejo; porque, es sabido que el error puede ser un potenciador del aprendizaje, una vez que se contrasta con lo correcto. Es decir, pedagógicamente, el error cometido puede ser un reforzante para el aprendizaje si se cumplen algunas condiciones. Por eso, yo estimulo a mis alumnos a que aventuren soluciones a problemas concretos, por muy descabelladas que les puedan parecer en principio. Ahí tiene todo su sentido formular preguntas iniciales para que las respondan quienes, en principio, no tienen sino conocimientos fragmentarios o incompletos en una materia: aun en ese caso, aventurar respuestas es muy positivo para el aprendizaje posterior. Así, el contraste que se produce una vez que conocen lo cierto hará que aquello de lo cual tenían una idea vaga o equivocada sea retenido en la memoria con mayor potencia.
El Lazarillo de Tormes lo diría así: sacar fuerzas de la flaqueza. Esto es totalmente cierto. Pero en mi entrada yo hablo de forma genérica de la vida como maestra al estilo de Cicerón: historia magistra vitae, es decir: la historia (la experiencia) es maestra de la vida. Toda ella. Lo bueno y lo malo; lo positivo y lo negativo; los aciertos y los errores; más aún, los propios y los extraños. Algunos sobrevaloran los aciertos y errores propios y desdeñan los que llevan a cabo los extraños. Todo vale con tal de que arda, que diría el poeta (León Felipe).
Aprovechemos cualquier experiencia (acierto o error) para aprender.